
Mientras tu posas ridículamente ante el objeto inanimado, con mirada provocadora y sencillos gestos del mundo de hoy, yo me retuerzo entre la mierda que dejaste ayer, en la diarreica firma que plasmaste sobre el excusado, tratando de esconder tu esencia ante el resto de los mortales, como los demás mortales hacemos.
No solo hablo de la vacuidad que hay en ti, sino de tu aceptación por ella, y de cómo envidio no poseer tu bendita ceguera que te salva de vivir amargamente un podrido mundo que merece ser invivible.
Añoro tu artificialidad concreta, tu estado no-estado, tu ente ejemplificado en fotos, representado en sonrisas y lúdicas puestas en escena.
Quisiera no estar despierto para no percatarme del sádico mundo en el que vivimos tú y yo, hoy.
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