sábado, enero 16

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Una cultura del odio nos permea mientras comemos pastelillos, vemos alguna peli o intentamos hacerle el amor a alguien. Una violencia sin sentido se manifiesta de cuando en cuando destruyendo tenues atisbos de humanidad y corrompiendo cualquier cosa que se atraviese a su paso.

Hoy soy testigo de la bestialidad del hombre, de su infinita estupidez, de su orgullo primitivo. Mientras mi irracional agresor se vanagloria de su cruel ferocidad, yo me refugio en ideas fangosas, intentando entender qué puede causar una perversión de tal grado en un ser de conciencia y pensamiento. Sin otro remedio que el de escupir la frustración en un pedazo de papel, con una diestra mano vendada e inmóvil y una zurda mano torpe y dubitativa, expongo el sinsabor que hace un par de noches he experimentado.




Todo se paga.

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