jueves, diciembre 20

Los Negroides - Fernando González Ochoa (primera entrega)


Hace un tiempo un buen amigo me pasó un texto por msn. Mientras digería con voracidad conversaciones por una ventanita, leí y releí dicho documento.

El resultado fue brutal.

El ensayo es de un escritor, filósofo y pensador colombiano, Fernando González Ochoa, nombre no muy presente en nuestra memoria colectiva, nombre olvidado por sus propios coterráneos.

Aquí está una primera parte, creo que merece su lectura:




Los Negroides (Ensayo sobre La Gran Colombia) 1936.

Esos animales que habitan
La Gran Colombia,
parecidos al hombre...

I

Vanidad significa carencia de sustancia, apariencia vacía. Decimos “vano de la ventana”, “fruto vano”. El papel moneda, por ejemplo, es una vanidad. Apariencia no respaldada, apariencia de nada, eso es vanidad.

Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es manifestación de la individualidad. Por ejemplo, el estudiar, no por gana, no por instinto íntimo, sino para ser tenido por estudioso.

Acto de vanidad es el ejecutado para ser considerado socialmente. Aparentar es el fin del vanidoso.

Vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social.

Vanidad es la ausencia de motivos íntimos, propios, y la hipertrofia del deseo de ser considerado.

II

La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Es social, o sea, no puede existir en el hombre solitario. Es simulación, hurto de cualidades.

Un señor que venera la memoria de su hijo, que vive de la memoria de su hijo, que no habla sino de su hijo muerto, y que si tal hijo no hubiera muerto trágicamente, él lo habría matado, para llorar por él, para vivir del cuento de sus heroísmos y virtudes...: Vanidad.

Una señora vieja que se dio a los pobres, a “la gota de leche”, a los ancianos, a los tísicos, y que si no hubiera pobres, niños hambrientos, ancianos míseros y tísicos, moriría de tristeza. Tal vieja rica tiene su gloria asentada sobre el dolor ajeno. Dice: “Si Dios quiere, habrá leche para los niños...”. Para ella, Dios es el mayordomo de su vanidad; los pobres le forman una corona de beatitud. Tal vieja es jefe del socialismo blandengue de León XIII...: Vanidad.

Hay actos y usos que tienen su origen en instintos sociales, como el amor, y que se repiten como formas muertas; por ejemplo, la corbata.

III

La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Por eso, a medida que uno medita, que uno se cultiva, disminuye.

La vergüenza es condición de la vanidad; un in-di-vi-duo no tiene vergüenza, no simula. El orgullo es fruto del desarrollo de la personalidad, por ende, contrario a la vanidad. El general Gómez era netamente personalidad, orgullo absoluto y nada vanidoso. Creó modos, usos, costumbres. Las formas manaban directamente de su individualidad; era fuente. En Suramérica hemos tenido dos: Bolívar, hombre etéreo, y Gómez, diabólico, entendiendo por eso que su plano de vida era con las fuerzas elementales, telúricas. Bolívar era cósmico. Maravillas ambos para el observador; maestro, instigador, Bolívar. ¿Entienden ya?

De esto resulta claro lo que he dicho a la juventud, en forma simbólica, en mis libros anteriores: La cultura consiste en desnudarse, en abandonar lo simulado, lo ajeno, lo que nos viene de fuera, y en auto-expresarse. Todo ser humano es un individuo, generalmente cubierto, que generalmente vive de opiniones ajenas. En Suramérica todos están en sueño letárgico; aquí nadie ha manifestado su individualidad, excepto Bolívar, Gómez y algún otro.

Oigan, pues, jóvenes estudiosos, o mejor, juventud que brega en la meditación: El hombre es un espíritu, un complejo, que debe manifestarse, que debe consumir sus instintos en el espacio y el tiempo; apareció el hombre para manifestarse, para actuar según sus motivaciones. La vanidad impide todo eso; el vanidoso muere frustrado, y tendrá que repetir, pues vivió vidas, modos y pasiones ajenos, o mejor, no vivió.

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