
El último minuto.
Ando atravesando la ciudad de lado a lado, o como si lo estuviera. Ando medio roto del pecho, de las entrañas y los huevos. Tengo la pesadez concentrada, la tensión alborotada y,… mierda, también la baba maluca. Ando arrastrando el mocasín, con la corbata expelida, como entristecida, el traje de paño barato y el portafolio hecho trizas, y no importa. Cuando se está muriendo, deja de importar.
Me habían diagnosticado males del corazón, de las venas y posiblemente del cerebro. Estaba jodido, fumaba hace quince años, bebía licor como un animal sediento, inhalaba cocaína de vez en cuando, cuando tenía.
Después del diagnostico dejé el vodka, las putas y el belmont de mala manera. También dejé de esnifar, pero es bravo cuando uno ya tiene el hábito. Hice un poco de ejercicio, salía si, y me dijeron que el estrés laboral también me jodía. Ahí si no podía hacer nada porque el feje me exprimía hasta los calzones.
Y volviendo a este último día que tengo, me siento con ganas de hablar con Dios haber si me salva o me lleva. Porque la transición de la vida y la muerte es algo muy inclemente, difícil de soportar, porque se piensa en los seres queridos y en la asquerosa vida que uno lleva.
Me sostengo de cualquier rendija que da a la calle, pues no se si les había dicho que estoy a punto de morir en la intemperie en plena mañana. Raro, yo creí que estas cosas sucedían más tardesito, cuando uno ya está mamado.
El brazo izquierdo, que es el de la rendija, deja de funcionarme, y me veo desplomar en plena calle tercera, ahí frente a todos, a la salida de la oficina del leguleyo ése. Entre las sombras y la mala vista veo a un montón de personas que se agolpan en el pedacito donde quedé. Alguien me puede sacar la billetera, debí haberla guardado en la chaqueta de haber sabido que iba a morir hoy.
Soñé con un caballo azul o negro. También con una hamburguesa y una enfermera sexy. Un intenso sueño y desperté en una habitación típicamente hospitalaria. Sobreviví. Cuando me trajeron mi ropa, me pregunté si habían botado los gramitos que tenía en el bolsillo de la chaqueta. Sería una lástima.
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